Caso clínico en psciodrama individual

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Caso clínico de depresión neurótica en psicodrama individual

El siguiente caso ha sido tomado del libro: “La Práctica del Psicodrama” de la Psicóloga y Psicodramatista chilena Gloria Reyes1. Este es un texto que recomendamos por la importante labor conceptual que realiza la autora, así como por los ejemplos del trabajo psicoterapéutico realizado en distintos ámbitos de la clínica.

La obra presenta, entre otros temas, las distintas vertientes psicoterapéuticas del psicodrama, destacándose las conceptualizaciones y delimitaciones del psicodrama individual bipersonal, de pareja y de familia.

Sugerimos que la lectura del caso clínico - que se transcribe del mencionado libro - sea utilizada para comparar el psicodrama individual con el grupal, y para analizar las diferencias en el uso de las técnicas psicodramáticas cuando se trabajan situaciones similares en el contexto de un grupo.

Caso clínico

La paciente que presento a continuación la denominaré Sofía. Tanto su nombre como muchos de sus datos están modificados y mezclados con los de otras pacientes con similares características, con el propósito de evitar posibilidades de identificación.

Esta paciente es atendida en la consulta particular. Viene a solicitar ayuda por crisis depresiva y angustiosa, desencadenada en el espacio laboral, la cual se ha ido expandiendo en el transcurso de un año hacia diversas áreas de su vida. Tiene treinta años, es casada hace cinco, y tiene un hijo de dos años. Con respecto a su familia de origen, su padre y madre están vivos. Tiene dos hermanos menores de 28 y 25 años, ambos de sexo masculino, que aún viven con sus padres, el mayor trabaja y el menor estudia. Es una abogada exitosa de una empresa y posee además un estudio particular que está dirigiendo. Su marido es ingeniero, y trabaja como gerente de en un banco, en donde también posee un desempeño exitoso en el ámbito laboral y profesional.

Con relación a su historia, aparece en su relato una vida familiar, infancia y adolescencia, relativamente tranquilas, de una familia de clase acomodada, sin mayores dificultades. Según lo manifestado en la primera entrevista por ella, no recuerda cuándo sus dos hermanos nacieron, ni tampoco experiencias familiares traumáticas, declarando que entre los padres la relación era en general buena. Referente a su historia escolar y universitaria, siempre fue exitosa, estando con los primeros lugares en lo académico y siendo líder con lo social. Su actual esposo fue el cuarto novio y comenzó a estar con él desde la adolescencia. Tampoco refiere conflictos en esa área.

Durante la expresión de su motivo de consulta, manifiesta estar sufriendo intensas angustias y deseos de llorar con dolor y opresión en el pecho. Menciona además estar extrañada, e incluso sentirse un poco avergonzada y culpable de sentirse mal, teniendo una vida para ella tranquila y sin problemas que justifiquen consultar a una psicóloga. Se define a sí misma como alguien poco conflictivo, esforzado, que disfrutaba mucho de la vida familiar y de su trabajo. También plantea tener buenos amigos, para muchos de los cuales ella constituye un apoyo.

En la segunda sesión llevo a escena un átomo social con ella, con el propósito de explorar e identificar cuáles son los principales focos de conflicto. Le digo que caminemos por un sector de la sala y que imagine que esa zona es su vida actual. Sobre la base de sugerencias mías va colocando dentro de estas zonas cojines, que identifican personas o situaciones que en este momento le llegan como relevantes. Coloca al centro de este espacio a su marido y a su hijo, ella se sitúa más a un costado, cerca del hijo. Detrás de ella coloca dos cojines, representando a sus padres, estando más cerca el de la madre. Más lejos, a su costado derecho, un cojín que representa el trabajo. Le preguntó si existe algo más, a lo que me responde dudosa: «Tal vez... no sé... creo que no». Le preguntó donde pondría su angustia, a lo que responde que está en todas partes. La representa con un cojín que ella misma mueve entre todos los otros cojines de manera acelerada y tensa. Se va poniendo en el lugar de cada cojín y va hablando desde ahí, haciendo inversión de roles. Van emergiendo, con sorpresa para ella, una serie de contenidos latentes. Dentro de ellos destacaría principalmente en relación a los padres una sobre exigencia agobiante por parte de ambos, además de un distanciamiento afectivo sexual entre ellos, que hace que su interés esté puesto sobre los hijos, principalmente en esta hija modelo que les otorga satisfacciones, orgullo y razón para seguir juntos. Referente a su familia nuclear actual, se aprecia a un hijo que corporalmente le cuesta mucho salirse de en medio de ambos padres, quien comienza además a sentir ahogo y pocas ganas de jugar. Ella y su marido se aprecian cansados y muy centrados en las metas laborales, la interacción entre ellos se expresa algo fría, casi con un dejo de desdén y resignación.

Luego la hago ponerse en el lugar del cojín que representa la angustia y comienza a desplazarse, manifiesta ahogo —igual que el hijo— grita, dice no dar más, siempre sosteniendo situaciones de otros. No sabe dónde está realmente ella, irrumpe en llanto intenso con profunda pena y sensación de abandono. Se desploma en el suelo llorando. Cuando se calma, la hago respirar profundo, y salirse del espacio escénico, que mire desde afuera conmigo, qué ve, qué cree ahora que debe trabajar. Con ello se le amplía y profundiza el verdadero motivo de consulta, dice que por primera vez logra darse cuenta de que no ha vivido su vida, que siempre ha estado sosteniendo y respondiendo a expectativas de otros.

Durante las etapas siguientes profundizamos fundamentalmente a través de inversión de roles cada una de las relaciones objetales incorporadas en el mapa vincular explorados en el diagnóstico de la segunda sesión. Dentro de ellas destaco una en que vuelve a aparecer la angustia como protagonista. Le pido que se centre en la zona corporal en que más la siente, que en este caso es el pecho y la boca del estómago. Desde esta sensación maximizo e induzco la articulación y construcción de un personaje. Es un tirano, grande, fuerte, que la viene a ordenar y organizar. En esta exploración también hago inversión de roles con el personaje, quien además de tirano le dice que la viene a salvar, que la está protegiendo y que le entregará el poder de ser la reina y no morir. Con mucha pena ella toma conciencia de que en realidad este personaje fue lo mejor que pudo haber hecho para subsistir al desamor de unos padres con una dinámica muy narcisística. Se conecta por primera vez con el desamparo, la soledad, la sensación de no ser aceptada tal cual ella es. Desde ahí le surgen ganas de darle las gracias a este personaje, de decirle que lo aprecia cansado y de pedirle que la siga cuidando pero de una manera más relajada y confiada. Se emociona, llora de manera tranquila, dulce y profunda. Después de esta sesión, la angustia decrece considerablemente.

Me he topado en varias escenas en las que, en la concretización de personajes, aparecen las defensas y que la mejor forma es no lidiar con ellas porque siempre estarán: de lo contrario uno como psicoterapeuta puede forzar e inducir una idealización de algo que no es factible e incluso adecuado que ocurra. La reconciliación con las defensas es importante. No son las defensas en sí las malas: por el contrario, siempre tienen un sentido protector para la integridad de la psique. Es la rigidización y utilización generalizada de ellas, las que implican disfuncionalidad.

En las sucesivas sesiones trabajamos la flexibilización y rematrización del personaje. El sentido es el siguiente: ¿cómo podemos proteger a Sofía sin asfixia, agobio y discriminando los momentos en que ella realmente lo necesite? En esta búsqueda nos encontramos con la siguiente escena. Articulamos desde un momento y espacio cotidiano con el marido y el hijo, que solo exploramos brevemente y donde de nuevo aparece esta sensación de angustia. Desde ahí la emoción va evocando una cadena de escenas sucesivas similares, hasta llegar a una en que ella tiene tres años y acaba de nacer su hermano. La escena aparece trivial, aunque con un clima de extrema frialdad y tensión. Nada en lo verbal pareciera anunciar agresión ni amenaza. Al realizar soliloquio del padre y de la madre, aparece un intenso agobio por la crianza de dos hijos chicos y la exigencia autoimpuesta de un crecimiento económico rápido y una ascensión social (coincide con momentos previos en Chile, de mucha crisis económica). Los padres se aprecian excesivamente centrados en el logro, las tareas y las apariencias. La niña sostiene su sino, la soledad, por lo tanto decide no molestar y ser muy buena y exitosa para sentirse valorada o siquiera mirada. Surge la defensa, por lo tanto el ahogo.

Como evolución durante la psicoterapia, Sofía comienza a dejar de sentir angustia y ataques de pánico, equilibra de manera más tranquila las áreas de su vida, de manera que deja de estar tan excesivamente centrada en las tareas y en el éxito. Logra tiempos de más intimidad y goce real con su marido y con su hijo, y mantiene una mayor lejanía con sus padres. De esta manera moviliza al sistema, ya que posteriormente es su marido quien comienza una psicoterapia”.

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1.  REYES, G. “La Práctica del Psicodrama” Ril Editores. Santiago, 2007

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